La misión de Semana Santa en la vereda Chicagua Alto de Arboledas (Norte de Santander-Colombia) fue una experiencia muy significativa para mí, ya que desde el primer momento me integré con mis compañeras: Saray Juliana Pérez Roa, Gloria Esperanza Escalante Riveros, Michel Milagros Peña Arciniegas, zulianasy hermanas acompañantes: Dioselina Tabares y María Guadalupe Casas. El recibimiento fue muy bonito, ya que la gente del lugar fue muy servicial y acogedora con nosotras. Siempre estuvieron muy pendientes por si algo nos hacía falta o en que nos podían ayudar.
La misión la realizamos del 14 al 21 de abril. Estuvo animada por las dos Hermanas y las cuatro Jóvenes, mencionadas anteriormente. Desde la Parroquia de Arboledas fuimos enviadas a la vereda Chicagua Alto, con el compromiso de animar las pascuas infantil, juvenil y de adultos, así como presidir las celebraciones centrales de los días santos. La mayor enseñanza: el gran amor de Dios para con todos y el amarnos los unos a los otros como nos amó Dios.
La organización de los días de misión, con momentos de oración, visitas, catequesis, animación de las celebraciones principales del triduo pascual, fue sumamente impactante para mí. Describo algunos de estos momentos.
El tener que caminar tanto para ir a visitar a diferentes familias, donde se encontraban enfermos, abuelos, discapacitados fue muy bonito, gracias a que en cada acto que realizábamos y explicábamos, veíamos una hermosa sonrisa, cargada de energía y de fe para seguir adelante y nunca rendirse.
El poder darle catequesis a niños, jóvenes y adultos fue muy valioso, tanto para ellos como para nosotras, pues estábamos preparando y dando indicios sobre lo que iba a acontecer el jueves, viernes y sábado santo.
Para mí fue muy significativo el Jueves Santo, más que todos los otros días, ya que ese día se hizo una obra de caridad con todos los jóvenes y la hermana Guadalupe Casas: visitar a una señora que vive sola, esta postrada en cama, y no puede hacer nada. Aseamos el lugar, a ella misma y a todo su alrededor, le pusimos música y le hicimos el almuerzo. La cara de felicidad de ella fue nuestro mejor regalo.
Por la tarde participamos en la celebración de la Última Cena, escuchamos el relato del mandamiento del amor y oramos ante el Santo monumento. Comprobamos la disposición de la gente para orar con fe en la capilla y de noche, pudimos orar hasta las 10 p.m. En ese tiempo de oración sentí a Jesús dándome fuerza y diciéndome que siga y que nunca me rinda. Fue muy emotivo pensar en todos, no solo en mí. Fue una experiencia de oración única que jamás había tenido.
El Viernes Santo fue muy impactante cuando don Luis Eduardo quiso hacer de Jesús en el viacrucis, se colocó una corona de espinas. Yo personifiqué a María y a la Verónica. Cuándo él hizo la actuación de caer fue muy real y se sentía como esa angustia por dentro, cargó una cruz muy pesada durante todo el recorrido. Estar a los pies de lo que vivió Jesús fue algo realmente de mucha fe, valentía y emoción al mismo tiempo.
El Sábado Santo por la tarde-noche se realizó la fogata de la que se prendió el cirio pascual. Luego en la capilla seguimos las reflexiones propias de la Vigilia Pascual, y nos dispusimos a ser testigos de la resurrección de Jesús. Terminamos esta significativa celebración, compartiendo con los asistentes, lo que ellos mismos habían llevado para este momento.
La asistencia de la gente fue masiva, con mucho interés y participativa.
Al concluir la misión, nos sorprendieron los Agentes de Pastoral de la Vereda con una cena de despedida. Se notaba cariño, entusiasmo y agradecimiento por todo lo que pudimos compartir con ellos, ya que nunca habían tenido una experiencia tan hermosa en Semana Santa, ni yo tampoco.
Esta Semana Santa es única e inolvidable para mí, no había vivido una igual y nunca la volveré a tener así de especial. Estar en misión es tener disposición, cariño y ganas de enseñar como también de aprender. Siento que les deje algo de mi, desde que llegue hasta que me fui. Algo que nunca había hecho fue el lavatorio de los pies (el servicio), a muchas personas les daba pena pero igual se los dejaban lavar, sin importar como estuvieran, ya que Jesús no exigió como tener los pies para podérselos lavar a sus discípulos. Algunos de los que participaron en el lavatorio de los pies acrecentaron su actitud de servir y no de ser servidos, como lo dijo hizo Jesús.
Tanto las Hermanas como las Jóvenes, que participamos en la Misión de Semana Santa en Chicagua Alto, podemos afirmar que la experiencia fue positiva y que al compartir la fe recibida con otros creyentes nos enriquecemos mutuamente, y más en estos ambientes sencillos, acogedores y deseosos de aprender y de ser.Karen Juliana Díaz Espinosa