Soy Victoria, hermana laica, de la Fraternidad Carmelitana de Lepe y una gran afortunada. El pasado 14 de marzo tuve la suerte de asistir, junto con mi marido Francisco, mi hermana laica de Fraternidad María Elisa, mi hermana religiosa de Fraternidad Eulalia, y algunas hermanas laicas (Pati, del Hogar de Salamanca; y Maite, del Colegio de Madrid), y religiosas de la Congregación (María Lourdes, Judith y Soledad Martín), al II Encuentro de Laicos en Misión Compartida Juntos Somos Más, celebrado enel colegio Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid.
Llevo casi cuatro años formándome, en activo, para servir a Jesucristo desde el carisma de las Hermanas Carmelitas Teresas de San José. El día a día no te permite, a veces, dejarte sorprender por la fortuna del don que el Espíritu Santo ha derramado sobre nosotros: la familia, el trabajo, las tareas, etc. Y es difícil entender el descubrimiento, los motivos y las consecuencias que esta llamada tiene y va a seguir teniendo en nuestras vidas. Para mí, las hermanas religiosas que están en Lepe son mi familia, mi casa es su casa y la de ellas es la mía. Pero hay toda una gran familia que no conocía y que, por momentos, idealizo y desconozco, que es el resto de la Congregación, sus casas, sus costumbres, sus caras y sus corazones. En el día a día, como digo, ni me lo había planteado.
El viaje que acabamos de hacer a Madrid me ha servido muchísimo para tener conciencia plena de que Dios me ha llamado a ser servidora suya en la Congregación que Él mismo ha elegido para mí. Y lo ha hecho desde el propio Encuentro, donde hemos podido tomar conciencia, visibilizar y celebrar la dimensión eclesial de la misión compartida. Allí, a lo largo de todo el día, muchos laicos y religiosos expusimos la experiencia que vivimos en el día a día, con objeto de proyectar el futuro que el Señor nos pide en este momento eclesial de la misión compartida. Fue una Jornada llena de protagonistas, donde compartimos, en un trabajo de grupos, nuestras propias experiencias, nuestros deseos e ilusiones de futuro. Pudimos conocer la participación de laicos comprometidos en las diferentes congregaciones religiosas, así como de los religiosos/as, y compartimos propuestas de caminos nuevos en la común tarea evangelizadora. Somos muchos los que trabajamos por un mundo como el Suyo. Y fue un sentimiento de alivio y alegría profundos. He de decir que compartirlo con mi marido ha sido uno de los mayores regalos que el Señor y mi Congregación han podido hacerme nunca.
Y, como decía antes, no sólo he asistido a un Encuentro, sino a dos. En Madrid, mis hermanas de Congregación, nuestras queridas religiosas, nos abrieron la puerta de su casa, donde nos sentimos como en la nuestra, conocimos un mundo como el nuestro, algo más alejado en la geografía, pero no en el carisma, corazones maravillosos y vidas entregadas a Cristo que con tanta felicidad reflejaban sus caras. Quiero mucho, a las que ya conozco y a las que todavía no ponemos cara pero que ya ocupan un lugar muy importante en nuestras vidas. Me siento impregnada por su amor, su entrega, su fraternidad, y estoy muy agradecida por la labor que las Hermanas Carmelitas Teresas de San José van haciendo desde su fundación.
Aprovecho para informar que el 21 de junio vamos a emitir por primera vez nuestra promesa de seguir a Jesucristo, en nuestra vida diaria laica, con el carisma de nuestras Madres Teresa Toda y Teresa Guasch. Estáis todos invitados a acompañarnos. Quienes puedan, personalmente y los que no, con su oración.