ENTRE ESCOMBROS, DOS ROSAS BLANCAS.
Jesús hablaba del Reino con parábolas. Jesús enseñaba a partir de las cosas sencillas: del pájaro que vuela libre y del lirio del campo. El Señor, nos sigue hablado a través de los acontecimientos, de lo que nos rodea, de los elementos de la naturaleza.
Y hoy, Dios nos habla en la sencillez de dos rosas blancas.
En marzo nos sorprendió la pandemia. Las noticias nos alarmaron con una palabra: CORONAVIRUS o COVID 19. Angustia, miedo, esperanza. A algunos de nuestros familiares y de nuestras Hermanas les tocó sufrir, incluso algunos murieron. Nos preocupaban nuestras Hermanas mayores de la Casa Madre. Llegó el verano y respiramos. Qué dicha. En la casa Madre de Barcelona no ha entrado el virus. Al hacerles las pruebas nadie dio positivo. En nuestra oración diaria hemos tenido y seguimos teniendo una intención especial por las personas que padecen los estragos de esta enfermedad.
El 18 de octubre, recibimos un comunicado en el que nuestra Superiora General, Hermana Mª Rosa Bernardo, nos alertaba de que la Hermana Ángeles Pérez había dado positivo. Todas las demás han de permanecer cada una en su habitación. Al día siguiente, tres Hermanas más están contagiadas. Día a día nos siguen informando que van sumándose las Hermanas de la casa Madre que dan positivo. Casi todas. Nosotras, como las demás Hermanas estamos expectantes, con la confianza de que nos envíen un informe médico esperanzador.
Nuestras Hermanas, que tan bien cuidadas han estado y que ellas mismas han tomado precauciones para no contagiarse, que ya habían superado la primera ola de pandemia y confinamiento
¡están muy enfermas!
El dolor y la impotencia nos entristecen. Las cifras que oímos diariamente en las noticias cambian de golpe en nuestra cabeza y en nuestro corazón. Son nuestras hermanas.
Todas las comunidades nos unimos en comunión de oración en estos momentos delicados y duros que estamos viviendo. Encomendamos al Señor a nuestras Hermanas por intercesión de las Madres Fundadoras
Intensificamos nuestra oración. Mensajes de ánimo y esperanza. Pareciera que el Señor no nos oye.
El día 24 de octubre nos informan que la Hermana Lucía Huerta está ingresada. El 25 ella me manda un mensaje: Estoy en el hospital de San Pau con neumonía como consecuencia del Covid 19. Un abrazo. Le contesto brevemente pero ya no lo abre. El 30 nos dan la triste noticia de su fallecimiento.
Cada día más Hermanas necesitan ser hospitalizadas. A los dos días nos comunican la muerte de Hermana Consolación Arroyo; dos días más, y el Señor llama a la Hermana mayor de nuestra Congregación: la Hermana Martina Juan, a punto de cumplir sus cien años. El 4 de noviembre es la Hermana Isabel Seller quien nos deja para volar a la casa del Padre. Y hoy, día 12, despedimos a nuestra Hermana Digna Barreda que se une a las demás Hermanas en el cielo para alabar al Señor.
¡Señor, escúchanos. Señor, óyenos!
Sí. El Señor nos escucha, aunque posiblemente no siempre sabemos interpretar su respuesta, porque sus caminos no son nuestros caminos.
Pero
el 5 de noviembre en la nuestra antigua residencia San José de Sabadell, donde actualmente se está construyendo la ampliación del colegio Jesús Salvador
a Paco, un trabajador de la obra, le llama la atención ver dos rosas blancas entre hierros y escombros. Es noviembre. ¡Quién lo diría!
Desde hace unos dos años, está descuidado el pequeño jardín que con tanto esmero cuidaban las Hermanas de aquella comunidad y que después, con añoranza, la Hermana Ángeles Ayala seguía yendo a regar. Entre otras plantas, había un rosal que ahora está malezas y escombros de la obra. Y, donde en apariencia no hay vida, florecen dos hermosas rosas blancas – una con el tallo más largo que la otra – que intentan buscar la luz por entre los hierros de lo que fue una ventana.
El arquitecto, Javier Barba, que anda por allí, se sorprende, las mira y las corta con mucho cuidado. Dice que despedían un gran perfume. Son días en que las Hermanas de Barcelona y toda la Congregación estamos muy tristes. Nos apenan las enfermas y sentimos dolor por las que nos dejan. Sin dudarlo las lleva a la casa Madre y las colocan junto a la tumba de cada una de nuestras Madres Teresa Toda y Teresa Guasch.
Nos lo cuenta y quedamos sin palabras. Javier, bien conocido por muchas Hermanas, devoto de nuestras Venerables Madres Fundadoras, y nosotras lo interpretamos como algo más profundo que un simple fruto de la casualidad. Es todo un símbolo. Un sacramento. En medio del dolor y sufrimiento que estamos viviendo en nuestro mundo y en nuestra Congregación, sentimos en nuestro corazón un brote de esperanza: la presencia de nuestras Teresas en la belleza de esas dos rosas blancas. Nuestras Madres Fundadoras, Teresa Toda y Teresa Guasch, velan por nosotras. Están aquí. Sigamos invocándolas con fe y confianza.
¿Será, tal vez, que hemos de aprender a leer la realidad desde la bondad de Dios y confiar más en su Divina Providencia?
Magdalena Manzanal Serna, ctsj.