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DIOS ME SALE AL ENCUENTRO EN MI HERMANO

Los días del 26 al 28 de junio, un grupo de pastoral vocacional de nuestra Provincia nuestra Señora de la Altagracia, compuesto por la hermanas Carmen Jiménez y Carmen Luisa Jiménez y la aspirante Elizabeth Ramírez, con diez jóvenes procedentes de la Región del Cibao, nos dirigimos a participar de la experiencia misionera que tuvo por lema: “Dios me sale al encuentro en mi hermano”, en la Parroquia la Sagrada Familia, en la comunidad de Sabana Yegua, Azua. En esta comunidad desarrollan su misión, nuestras hermanas María Consuelo Ortiz y Ana Dolores Gil, acompañando a las familias, a los jóvenes, la promoción de la mujer y el patronato de los ancianos; ofreciéndoles ayuda a nivel humano, espiritual y capacitación a través de la escuela laboral para que las familias se formen, se superen y comprometan.

Durante la misión realizamos la tarea de entrar en contacto con la realidad que viven las personas llevándoles la buena noticia del evangelio por las casas, compartiendo una palabra de consuelo y esperanza con los más necesitados. Visitamos a los ancianos que pertenecen al patronato que acompañan las hermanas, las jóvenes compartían haber quedado impactadas por la experiencia de confianza en Dios, alegría, esperanza, gratitud y paz que vive la gente en medio de la pobreza.

Lo vivido fue una oportunidad de leer el evangelio en clave de fe desde la experiencia que se gesta cada día en la vida sencilla de los más pobres y empobrecidos de nuestro pueblo, sostenidos en la misericordia de Dios y confiando en su divina providencia, actitud que nos confrontó y evangelizó.

Nos faltó tiempo para seguir recorriendo esos caminos de cercanía y aprendizaje de nuestros hermanos enfermos y ancianos. El evangelio fue clave para compartir con la gente y tener el privilegio de estar ahí como estuvo Jesús, nuestro modelo de amor encarnado siempre a seguir.

También caminamos en procesión con los jóvenes de la comunidad parroquial en el Vía Lucis, caracterizado por la alegría, el entusiasmo y el dinamismo propio de los jóvenes, los mismos representaron con dramatizaciones, cantos y bailes los relatos de la resurrección del Señor.

Durante el desarrollo de la experiencia se les propició a las jóvenes: espacios orantes, formativos y de reflexión en torno a la vida de nuestras Madres Fundadoras, las jóvenes enfatizaron que les llamó la atención de manera especial ver cómo estas mujeres supieron responder al llamado de Dios en medio de una historia marcada por tanta frustración, maltrato y dolor, saliendo de si para ir al encuentro de los más necesitados. La historia de las Madres Teresa Toda y Teresa Guasch, les conmovió y las llevó a orar su camino de discernimiento y plantearse con responsabilidad su vida cristiana desde el querer de Dios para sus vidas, matizando la indispensable actitud de silencio para poder escuchar a Dios en lo más profundo del corazón.

En conclusión, cada momento en medio de los más necesitados fue una bendición y una oportunidad de estar con Jesús y mantener viva la pasión por anunciar su Reino.Hna. Carmen Luisa Jiménez Pérez, ctsj

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