En este día tan especial de mi caminar como Carmelita Teresa de San José deseo expresar mi gratitud, al Dios Bueno que me ha rodeado de cariño y ha sido el fiel Alfarero que ha ido modelando mi vida, incluso cuando yo me resistía a ser modelada y trasformada en su amor. Al mirar hacia atrás compruebo que Él siempre ha estado ahí, son muchas las ocasiones en que me ha invitado a bajar a casa del Alfarero, su casa, para que sintiera de nuevo cómo Él estaba ahí acompañándome, y recordándome que no cambiará mi amor por ti, ni se desmoronará mi alianza de paz, dice el Señor que está enamorado de ti.
Los que me conocen ya lo saben pero aquellos que me conocen menos no saben que yo soy de un pueblo pequeño en la provincia de Ourense, un pueblo de montañas y donde se extrae la pizarra, una piedra que a pesar de su dureza se pueden hacer laminas muy finas que luego se utilizan para poner en los tejados de las casas, una de sus utilidades, para no dejar pasar ni el agua ni el frio, en ese pueblo de montaña donde crecí en un ambiente feliz y rodeado del cariño de mis padres y mis abuelos, el Señor me llamó. Algunas veces pienso que mi vida está muy vinculada a esta realidad, ser roca fuerte, pero al mismo tiempo capaz de dejarse dividir para proteger y cuidar lo que está a la intemperie.
Sí, el Señor me llamó siendo muy joven a su seguimiento, conocí a las Hermanas con 15 años y también en estos años a José Mª en los Campamentos Silos. Gracias por estas experiencias de verano y tantas otras, como el Camino de Santiago, los Campos de Trabajo, donde tú, Señor te me ibas mostrando. Estos años fueron un tiempo para de ir descubriendo quien era yo y quien era Jesús y fue así como a los 18 años ya di el primer paso para iniciarme en la Vida Religiosa, entré en la etapa del Postulantado, al año siguiente el Noviciado, que hice en Salamanca, donde además de la experiencia de formarme para la vida Religiosa, estuvo acompañada por la experiencia de misión en El Hogar con aquellos primeros niños que acogimos una noche porque estaban durmiendo debajo de un puente.
Gracias por las formadoras que me ayudaron en la etapa inicial y permanente en la Vida Religiosa.
Gracias a todas mis hermanas Carmelitas Teresas de San José, esparcidas por el mundo y a mi comunidad y a todas las comunidades donde estuve
y que me han ayudado a crecer en lo humano y espiritual con sus ejemplos de fidelidad y entrega generosa a Dios.
Gracias a todos los sacerdotes que me acompañaron en mi vida religiosa y a los que me siguen acompañando con su oración y la vivencia de los sacramentos, especialmente el P. Antonio Mª Tortras que ha acompañado mis luchas.
Gracias a mis amigos y amigas que en verdad me han hecho ver en profundidad el significado de la Vida Consagrada para mejor servir.
Gracias por las experiencias como el Camino de Santiago, las Colonias de verano, las Pascuas, los Grupos de oración Teresiana con los jóvenes y con los niños que me han ayudado a ser un poco más lo que soy y sobre todo a descubrirte como el Señor de mi vida.
Gracias por la experiencia vivida en Mozambique. Gracias por su acogida y su alegría en medio de todo. Lo importante no es lo que he hecho, sino lo que he vivido, lo que sentí por dentro con cada uno de esos rostros que ahora no me son indiferentes, sino tienen nombre y ya hacen parte de mi vida ¡GRACIAS Mozambique!
Gracias por todas esas personas que estuvieron y ya no están pero que han sido para mí personas importantes en mi caminar tras las huellas de Jesús.
Gracias por todos los saludos recibidos.
Gracias a todos los lejanos y cercanos y a cada uno de vosotros, que me estáis acompañando en este día tan especial para mí dando gracias conmigo por tanta fidelidad y tanta vida.
Gracias al coro por su tesón, tiempo, dedicación y poner tanto cariño para que todo saliera fenomenal.
Gracias de todo corazón a vosotros, papá y mamá; al veros le pregunto al Señor: ¿cómo te pagaré todo el bien que me has hecho a través de vuestra vida y de vuestro testimonio? Quiero dar las gracias también a mi hermana, y mis sobrinas aunque hoy no puedan estar aquí. Por estar ahí siempre con una palabra de aliento y presencia. Por vosotros repito las palabras del salmista: «Te doy gracias, Señor, de todo corazón».
Así Señor, en medio de vidas que entran y salen de mi vida, siento que tengo el corazón lleno de rostros y nombres a los que le debo una inmensa gratitud, desde cada encuentro personal, desde cada servicio por pequeño que fuera me has ido moldeando desde la fragilidad de mi barro y en cada paso me has preguntado Mª Ángeles ¿Me quieres? Y hoy puedo decirte: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Pero sobre todo te doy gracias porque tú amor por mí no ha cambiado y hoy me invitas de nuevo a seguirte. Gracias.
Hna. María de los Ángeles Domínguez Carrera, ctsj