Cuando me enteré que el Papa visitaría Chile estaba incrédula, porque habían pasado 30 años desde la última vez que un pontífice había pisado territorio chileno. Recuerdo que desde pequeña crecí escuchando las historias que me contaban mis abuelos sobre la visita de Juan Pablo II, pero había pasado tanto tiempo desde aquella vez que ya había perdido la esperanza de saber qué se sentía estar cerca del sucesor de Pedro. Por eso, cuando me enteré de que el Papa Francisco nos visitaría estaba incrédula pero a la vez feliz. Confiaba que su mensaje nos hiciera salir de nuestra zona de confort y nos invitara a construir un país más justo y humano; a dejar nuestras comodidades para preocuparnos de los más necesitados; abrir nuestros corazones al querer de Dios. Soñaba en que nos transformáramos en vasijas nuevas para que nuestros corazones acogieran el mensaje que el Papa nos entregaría en este viaje apostólico, que llevaba por nombre: mi paz les doy
Tenía muchas expectativas para esta visita y me preguntaba cómo sería ver al Papa en persona. Comprendí que es distinto verlo por televisión que escuchar su mensaje de forma presencial, pero también descubrí que Dios nos invita a vivir sin prisa, dejándonos sorprender por el presente. Es por eso que traté de vivir cada encuentro con alegría y gozo, disfrutando el momento sin adelantarme a lo que pasaría en los próximos días. Al recordar lo vivido me cuesta encontrar las palabras adecuadas para describir la emoción de estar a pocos metros del sucesor de Pedro es como una sensación de paz que lo desborda todo.
Recuerdo el día de su llegada, el 15 de enero, cuando con el grupo de Viajeros por un Sueño, acompañados por la Hermana Ximena Bugueño, llegamos hasta la Nunciatura para recibirlo. Fueron largas horas de espera, pero la sensación de cansancio no se comparaba con la sensación de paz que sentí cuando pasó a pocos metros de distancia. Este sería el primer acercamiento que tendríamos con el Papa Francisco, y con tan solo verlo me quedaba esta sensación tan grande de sentirme en paz no podía creer lo que estaba viviendo porque jamás había imaginado verlo tan cerca.
Nuestro segundo encuentro lo vivimos en el Parque OHiggins. Nos habíamos despertado de madrugada y habíamos dormido muy poco, pero la alegría era tan grande que no había espacio para experimentar cansancio. Me impresionó el respeto con el que 400.000 mil personas vivieron la Eucaristía; el silencio de la gente y la sencillez demostrada por Francisco fue algo que me conmovió.
Nuestro tercer y último encuentro con el Papa sería en el templo de Maipú. Estuvimos a punto de no ir, sin embargo fue uno de los mensajes que como jóvenes misioneros más nos interpeló. Este año experimentamos el dolor de no ir a misiones, pero descubrimos que la voluntad del Señor era otra: él quería que fuésemos misionados por Francisco.
¿Cuál es la sensación que me quedó tras esta visita apostólica? Ha sido un regalo del Señor tener a Francisco en medio de nosotros, un pastor humilde y sencillo que vino a Chile a traer paz, a renovar nuestra manera de ver y vivir la fe. Es cierto que fue un poco desilusionante ver que en los encuentros había menos gente de la esperada, sin embargo, las personas que estábamos presentes supimos vivir con gran respeto estos encuentros, escuchando atentamente lo que él quería decirnos.
Cuando estuve frente al Papa me di cuenta que nos entrega un mensaje impresionante, y sus palabras no dejan indiferente a nadie porque en cada uno de los encuentros que tuvo con los chilenos nos habló claro y preciso, fue un mensaje directo, él no se va con rodeos y con sus gestos nos recuerda las palabras que pronunció en su visita a Colombia: estoy aquí no tanto para hablar yo sino para estar cerca de ustedes, mirarlos a los ojos, para escucharlos, abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe
¡Cuánta razón hay en esa frase! Porque si ponemos atención a las palabras que Francisco nos dirigió, podemos descubrir que vino a Chile para hacerse presente en medio de nuestros dolores, interpeló a un Chile dividido, nos habló claro sin engañarnos. Por eso creo, que esta visita nos ayudará a renacer espiritualmente, porque él mismo no invitó a no dejar de soñar, a ser valientes, a los jóvenes nos insistió en que debemos bajarnos de la comodidad del sofá y ponernos zapatos que nos permitan salir al encuentro, sin miedo, sin vergüenza tenemos que atrevernos más, pero claro muchas veces la sociedad nos corta las alas y nos trata de locos, pero ahí Francisco nos invita a permanecer firmes, a seguir a Jesús sin tener miedo a las críticas y nos anima a seguir soñando para construir un mundo mejor.
Al traer a mi memoria la experiencia vivida vuelvo a emocionarme, porque me quedo con el recuerdo de un Papa que nos inunda con su paz y ternura, ternura que viene de Dios, y es que para mí Francisco representa eso: la ternura y misericordia de Dios, se hace pequeño para acercarse a nuestra realidad y acoger los dolores que hemos vivido como sociedad chilena, y pese a las diferencias y los rencores que existen en nuestro país nos llama a la paz, a que vivamos como un pueblo unido para que trabajemos juntos sembrando la justicia.
Constanza Farías Banto
Postulante – Chile