¿Qué has visto de camino, María en la mañana?
A mi señor glorioso, la tumba abandonada,
Los ángeles testigos, sudarios y mortajas.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
A propósito de la Semana Santa que acabamos de celebrar y de este tiempo de pascua de Resurrección de Jesús, nos preguntamos qué es resucitar realmente y qué implica esto para nosotras desde lo que somos y hacemos.
Después de haber concluido la experiencia de pre-pascua con los jóvenes de Reus, Tarragona y Lepe, las Hermanas María Irene, María Ángeles Domínguez, Ana Rita Lafayette y Ariela Ciprián junto con dos jóvenes del Hogar Teresa de Jesús de Santa Marta, Salamanca, David y Borja, nos dirigimos el miércoles, en la tarde a la comunidad de San Martín del Castañar para acompañar las comunidades cercanas de Las Casa del Conde, Morragáz y Cereceda, en los días del Triduo Pascual.
A nuestra llegada a San Martín experimentamos la acogida y cercanía de la gente, sobretodo, de don Fernando y Santi, quienes ya nos tenían la casa preparada y hasta la calefacción puesta, una manera de hacernos sentir en casa. Al día siguiente, jueves, nos fuimos a la Peña de Francia para presentarnos y dejarnos acompañar por la Madre, la Virgen de la Peña. Una bonita manera de empezar nuestra misión. Porque acompañar y dejarnos acompañar por la Madre María es la mejor manera a su llegar a su Hijo Jesús.
La aventura apenas empezaba. Contamos con la realidad de que el sacerdote, un peruano, Oblato de San José, que acompañaba estas localidades apenas tenía un mes yendo. Y no conocía bien las comunidades ni las realidades, pero tenía muchos deseos de trabajar con la gente y llegar a todos los lugares. A las cinco de la tarde nos distribuimos en dos grupos para poder acompañar a la residencia de ancianos del pueblo de la Alberca y las demás comunidades en la celebración propia de jueves Santo. Y así lo hicimos durante los demás días, viernes y sábado.
La inestabilidad del tiempo hacía que la gente viviera incertidumbres, pues era un dolor para las personas de algunas comunidades, el no poder sacar los santos para las procesiones. Gracias a Dios, el viernes, algunos momentos las lluvias cesaron y pudimos realizar el viacrucis en San Martín, Las Casas del Conde y Cereceda.
El sábado fue un día más cálido, de silencio, sol y contemplación. La gente estaba convocada para salir a caminar y juntarnos con otras comunidades de las Casas del Conde, pero la gente no apareció y nos fuimos nosotros. La experiencia de hacer senderismo también nos permitió encontrarnos con el silencio de Dios. Dios que callaba ante la muerte de su Hijo en la cruz pero que, al mismo tiempo, nos hablaba a través de toda la naturaleza. Esto nos preparaba para vivir la experiencia de encontrarnos con la tumba vacía y a Jesús resucitado en la noche de pascua que ya se avecinaba.
Partiendo de esto, hoy podemos decir que, resucitar es acompañar cada uno de esos pueblos, que esperan la llegada de las Hermanas para pasar una semana santa bien acompañada.
Resucitar hoy, es ver los rostros sonrientes de cada uno de los ancianos de la residencia de mayores de la Alberca, felices porque casi todos, han participado del lavatorio de los pies. Y han podido cantar acompañados por las jóvenes de la guitarra.
Resucitar hoy, es reconocer a Jesús en cada una de las señoras mayores de la comunidad de Morragaz y San Martín, que aun con tantas lluvias se atrevieron a permanecer en la Iglesia haciendo la Hora Santa con nosotras. Porque Jesús había decidido primero permanecer con nosotras en el sacramento del Altar.
Resucitar hoy, es disfrutar del cariño con que don Fernando y su familia preparan cada año, un rico chocolate con galletas para brindar después de la vigilia pascual y así celebrar la gran Pascua del Señor.
Resucitar hoy, es contemplar y ser partícipe de la alegría de un abuelo y su nieto tocando el tambor y la flauta en el templo y, luego, por toda la plaza y las señoras bailar sardanas porque había llegado la gran noche de la resurrección.
Resucitar es saber que con nuestra vida hacemos presente a Jesús. Que al acercarnos con pies descalzos a la vida de aquellas personas sencillas portamos alegría, cercanía, felicidad y muchos deseos de seguir extendiendo el Reino. Sobre todo, en las comunidades donde el sacerdote no alcanza llegar, pero donde la gente cuenta con nuestra presencia para presidir las celebraciones y, eso, es una experiencia de resurrección.
Esto implica desmontarnos y desinstalarnos de todo, salir de las rutinas y ponernos las botas del campo y abrigos de frío y empezar a caminar con la gente en la ruta de la vida. Pero de una vida que huele, siente y transmite la resurrección del Señor.Hna. Ariela Ciprián Blanco, ctsj